En los últimos años el PBI de la segunda economía del mundo se ha venido desacelerando, producto de varios factores, entre los más importantes podemos mencionar la crisis del sector inmobiliario como el principal, vinculado a un elevado endeudamiento de gobiernos locales, así como las políticas de covid cero, fuerte control a empresas privadas, creciente nivel de desempleo juvenil, y un Gobierno que intenta otorgar estímulos para paliar la situación, pero que al momento lucen insuficientes.
Luego del boom inmobiliario iniciado a fines de la década del 90, el mundo conoció en el año 2021 el impago del principal desarrollador de China (Evergrande), sonando las alarmas en el sector inmobiliario de ese país. Este hecho, lejos de ser puntual, mostró una situación disfuncional del sector, dado que en forma posterior varias compañías de promoción inmobiliaria han sufrido impagos en sus obligaciones, hasta el reciente episodio del gigante Country Garden (especializado en propiedades residenciales). Es dable resaltar que este sector es clave en la economía del país, y representa cerca del 25% del PBI. Asimismo, y para entender el verdadero impacto de ello, los problemas financieros del sector han incidido además sobre los bancos.
En efecto, el sector inmobiliario funcionó en base a preventas anticipadas, para generar liquidez, junto a un elevado endeudamiento de las empresas. Tanto algunas medidas regulatorias del Gobierno tomadas para acotar esta situación (vinculadas a límites con el endeudamiento y la liquidez de las desarrolladoras), como los cierres de ciudades enteras por la estricta política de covid; impidieron el normal desenvolvimiento de las transacciones. En efecto, el cierre masivo de algunas de ciudades limitó las visitas a las propiedades, impactando sobre los compradores y el ánimo del consumidor en general. A su vez, se generó un círculo vicioso, donde frente a este escenario los bancos comenzaron a limitar el acceso al crédito a dicho sector, percibido como cada vez más riesgoso, provocando nuevos incumplimientos en los pagos, y dejando como saldo varios miles de propiedades sin entregar y edificios sin terminar por falta de financiamiento a la oferta. Asimismo, frente a la demora o falta de entrega de las viviendas se inicia además un ciclo creciente en la morosidad e incobrabilidad de hipotecas otorgadas a los compradores (demanda).
Esto llevo al Gobierno Chino a tomar medidas, relajando regulaciones, reduciendo las tasas hipotecarias, garantizando créditos a las empresas desarrolladoras con unidades vendidas y no entregadas, y hasta suscribiendo en forma directa algunos bonos emitidos por las empresas promotoras inmobiliarias a través de organismos estatales. Sin embargo, se pone en duda el compromiso del Estado por el tamaño de esta ayuda ofrecida, dado que se estima alcanzaría a una proporción insuficiente del valor necesario para terminar del total de las propiedades en ejecución.
Hacia adelante, y dado el tamaño y la capacidad financiera del Gobierno, así como la relevancia del problema, se estima que los estímulos ya implementados y los nuevos por venir, podrán acotar la crisis. Sin embargo, es muy difícil afirmar si todo ello alcanzará para retomar en el corto/mediano plazo las altas tasas de crecimiento de la economía China, con un consecuente impacto positivo sobre las empresas cotizantes y los activos financieros del país. Desde nuestra perspectiva, solo tomaríamos posición en pocas y determinadas empresas de reconocida marca, con bajas valuaciones, con el objetivo de diversificar la cartera y mantenerlas a largo plazo.